Album de recuerdos - Sol de otros días.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

El día del Sol.

El sol al atardecer es mi más persistente recuerdo.

Era aún niño, no se de que edad, pues es tan antiguo mi recuerdo que ni idea tengo de cuando es.

Recuerdo a mi madre, joven, alta y hermosa, caminar por las calles. Me llevaba de su mano y nos dirigimos a una gran extensión arbolada de la que en ese entonces no sabía que era el parque. Me llevaba de su mano, firme y casi a jalones. Yo no era muy veloz, -¿quien lo puede ser con piernas tan cortas?- y me entretenía mucho viendo por donde iba.

Miraba las casa, los edificios, las calles. Era tan poca la gente a esa hora del día.

El sol brillaba al atardecer, serían cerca de las cuatro de la tarde. Lo se por que me acostumbre a su brillo, a su salida y ocaso. Nunca necesite de reloj para saber la hora!, solo me bastaba su brillo.

Llegamos al parque, del cual no sabía de su existencia. Cruzamos entre los arboles, siguiendo un camino de lajas de cemento, y cuando la espesura se abrió sobre mi cabeza me quede pasmado. Era el edificio más grande que había visto!. Lo identifique al instante, ya había visto edificios similares, aunque no sabía donde. Era una iglesia con un enorme atrio!. Pense que hacia él nos dirigiamos ya que ibamos directo a su entrada, pero no fue así.

Al llegar a la reja de entrada nos deslizamos de costado y luego, en la esquina, volvimos a caminar por su costado. La luz del atardecer bañaba la cuspide del edificio y sus altas paredes. La entrada estaba orientada al Sur. Por ahí veniamos cuando dimos vuelta por su costado Oeste.

Caminamos media cuadra y luego cruzamos la calle. Entramos en una casa, un tanto vieja y sucia que no comprendí de que se trataba. Vi gente ahí, dos personas, pero solo una salió a recibirnos. Era un hombre de edad avanzada. No sabría decir de que edad. Para mí era el hombre con más arrugas que hubiera visto y quizas no era tan viejo como mis recuerdos me quieren hacer creer.

Mi madre habló una palabras con el hombre. Por lo que dijeron, se trataba de un lugar de reparación de calzado. Yo escuchaba. Ella inquiría por unas zapatillas que había dejado a reparar y aún no estaban terminadas.

El hombre dijo que esperara, que vería si ya estaban lista. Mi madre, molesta, me ordenó no moverme de donde estaba. Yo me aburrí y empece a jugar con un carrito imaginario sobre el mostrador, o más bien, sobre la parte del mostrador que podía alcanzar, una pared de vidrio que permitía ver varios implementos de calzado. El hombre rió.

Mi madre, más molesta por la espera y por la forma en que llame la atención me dijo que parara y estuviera quieto. El hombre intercedió y dijo que no le molestaba.

De cualquier forma habría que esperar.

Continue jugando con mi carrito imaginario, esta vez deslizandolo por la pared, ya que el piso estaba sucio, y así seguí hasta que, obligado por el camino que había trazado en la pared, di vuelta a esta y me encontre afuera.

Estaba en la banqueta, solo, jugando con algo más que el aire. Algo llamo mi atención y voltee a ver la iglesia. El sol brillaba pero no podía verlo. La luz se proyectaba sobre las altas paredes y parecía invitar a verla. Sentí la calidez de la luz, del sol y del día.

Y esa calidez y esa luz me lleno!.

Y parecía que todo olía a sol!

Mi madre salió preocupada al percatarse que ya no estaba en el lugar. Tan solo salir por la puerta me encontro a un lado. Me dijo que volviera, que se había preocupado pensando que me hubiera perdido. Me tomo de la mano pero ya no tuve tiempo de entrar. Tan solo voltear hacia la puerta, el hombre ya volvia, al mismo tiempo que hablaba.

Debió ser una negativa. Dimos dos pasos hacia dentro. Mi madre habló un poco, algo sobre volver más tarde, en otro día -"pasado mañana" dijo-. Y salimos de ahí. De nuevo, de la mano.

Y yo tuve la esperanza de volver. De volver a ver y sentir lo mismo, dos días después. Pero no fue así. Ya no volví. No supe de las zapatillas. No me importaban. Solo quería ver el sol proyectarse sobre esas altas paredes, sentir el calor e inundarme de luz.

Hasta el día de hoy, no tengo recuerdo más añorado que este. El único capaz de evocar en mí la sensación de vivir. Nada hay más fuerte que este recuerdo. Nada! Es el único que, sin importar la adversidad, siempre ha traido paz a mi alma.

Desde entonces, y todas las tarde, sin importar el calor, salia a llenarme de luz!.

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