Album de recuerdos - Sol de otros días.

martes, 2 de diciembre de 2008

Nos mudamos!

¿Cuando fue?, no tengo idea, pero un día nos mudamos. Deje la que fuera mi primera casa para vivir en otra. Una casa diferente, en la que crei haber vivido siempre.

La casa de mis sueños fue solo eso, sueños, y ya no volvería a asociarla con mi vida sino hasta despues de muchos años, cuando los sueños fueron más recurrentes y más vívidos. Cuando tuve la sensación de estar ahí sin realmente creer que estuve ahí.

No recuerdo como fue que nos mudamos. No recuerdo como fue que llegamos ahí, pero para mí fue como si siempre viviese ahí. Recuerdos más antiguos se iban borrando y nuevos amigos llenaban mi pequeño mundo.

Mi casa era diferente a la anterior. Era de techo de lamina, de esas laminas de carton con chapopote. Era grande, de dos aguas, y negra, como una ballena arqueando el lomo. Las paredes eran de triplay y madera. Piso de concreto al entrar, en un par de cuartos, que hacian las veces de sala y recamara. Era alta. Dos enorme pilares de madera sostenían un travesaño desde el cual la casa se dividía en dos aguas. Al frente, un tejaban, un alero de unos dos metros, sostenido por un par de barrotes, también techado con lamina. El tercer cuarto era una cocina, con puerta al fondo. Un enorme patio se hallaba tras todo el conjunto, y al final, el indispensable baño. ¡Si! ¡de pozo!, por que aún no se introducía el drenaje en la colonia.

La calle era Rosales Sur. Una calle sin pavimentar a partir de la Avenida Miguel Alemán, antiguamente llamada Avenida Pacifico. Estabamos a dos cuadras de esa avenida. Siempre que me llevaban a algún lugar teniamos que abordar el camión en la esquina de Rosales y Miguel Alemán. Para mí era la calle más grande que había visto.

Las casas de los vecinos eran similares. Todas agrupadas a ambos lados de la calle,  como apoyandose unas con otras. No había separación entre ellas, así que si un vecino alzaba la voz, era posible escucharlo.

La mayoría de los vecinos trabajaban en lo mismo que mi padre. Eran pescadores y se ausentaban por mucho tiempo en el mar. Era un trabajo como cualquier otro, pero tenia sus riesgos, especialmente en temporada de ciclones. Algunos de ellos encontrarían su fin en el mar y quizas, lo más triste de eso, era la angustia de saber que no se le había encontrado, que no había una tumba a la cual acudir los días 2 de noviembre, y que no había manera de despedirse, por que uno no se despide de quien va al mar. ¡Uno siempre espera que regresen!.

A nosotros no nos iba tampoco bien con la temporada de ciclones. Cuando se anunciaba uno, teniamos que abandonar nuestra casa por temor a perder la vida en ella. De todos los vecinos, solo había un par de ellos que construyeron con concreto y ahí acudiamos a refugiarnos. Doña Eva era un vecina que trabajaba como enfermera. Siempre daba asilo a sus vecinos cuando un ciclón azotaba la ciudad. Recuerdo uno en particular, en 1976. Fue tan intenso y tan brutal, que obligó a Doña Eva y a quienes estabamos ahí a caer de hinojos y a orar a Dios por nuestras vidas. Ni siquiera la casa de concreto de Doña Eva parecia resistirse a semejante mounstruo. Fue la única vez que la vi perder la serenidad. En ningun otro ciclón mostro tal temor como el de ese año.

Cuando el ciclón cedía, saliamos a ver en que estado habian quedado nuestras casas. Debo reconocer que quien halla hecho esta antigua casa de madera supo de la fuerza de los ciclones ya que ésta resistió los vientos. Incluso se resistió al mounstruo de 1976. Fue la única casa de madera que no sucimbió a pesar de la fuerza del ciclón.

Muchos años viví en esta casa, hasta que iniciada mi adolescencia, empezamos a derribarla para construir una más durable, de concreto. Mi ninéz la pase entres sus paredes, y a pesar del tiempo, la recuerdo con un sabor agridulce. Agrio, por que supe de las desventuras, de las que un niño no debería conocer. Dulce por que fue mi mundo, mi lugar de juegos, el lugar donde empece a experimentar la vida.

Hoy, contrariamente a la casa de mis sueños, casi no la recuerdo con tanto detalle. Pero se que aún existe, donde quiera que este, perdida en el tiempo, perdida en mi mente, aunque ya no sea mi casa, aunque ya no la sienta así, aunque solo sentimientos queden, aún la siento como un lugar al que puedo llegar y reposar de mí, del tiempo, de mis recuerdos. 

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