Album de recuerdos - Sol de otros días.

viernes, 3 de agosto de 2012

Los Barraza y los Galvan

Siempre pense que había aprendido a leer el primer día de clases, pero me equivoque.

Mi primer día en la escuela primaria fue una experiencia confusa. Viene a mi  memoria el recuerdo de muchos niños que no saben que lugar ocupar, que hacer o por qué estan ahí, pero quien más destaca en mis recuerdos es mi maestra de primer grado.

Ella nunca mencionó sus apellidos. Siempre queria que la llamaramos por su nombre. Nosotros, por pena, flojera o por un poco de respeto, le deciamos "Seño", por aquello de "Señorita".

¡Y en verdad era joven!. No sabria decir que edad tenía, pero todos la veiamos mucho más joven que nuestras madres. Fácilmente la hubieramos confundido con alguna de nuestras vecinas adolescentes o apenas entrada en sus veintes. Y a mi parecer debió ser bonita, porque recuerdo haberme enamorado de ella, sin embargo hasta el día de hoy me es imposible recordar su rostro. Me queda solo el recuerdo de su nombre: Rosalía.

Por azares del destino fui inscrito en la escuela primaria "Teniente Jose Azueta"; una escuela pública ubicada en la calle Vicente Guerrero, entre Francisco Serrano y Ramón F. Iturbe. Si mi memoria no me falla, esta escuela era conocida como "la 8", y en los días de los que hablo (o escribo) operaba en el turno vespertino y en el matutino.

En alguna ocasión que regrese a Mazatlan me dí a caminar por las viejas rutas que seguía para ir a la escuela primaria, la secundaria y la preparatoria. Me causó mucha tristeza ver el abandono en que se encontraba y que ya no funcionara como antes. Sus viejas paredes hedian a humedad, tristeza y abandono. Hace poco consulte google maps y me lleve una sorpresa. La escuela parecia rehabilitada y operaba solo el turno matutino.

Recuerdo que no era la escuela en la que quería inscribirme. Mi deseo era estar en la "Morelos", con mi amigo Martín, pero mi madre se obstinó en inscribirme ahí. Decía que no ibamos a estudiar si ibamos juntos a la misma escuela. ¡Como si amigos no me sobraran!.

El caso fue que acabe en la 8 y desde el primer día me pidieron cuadernos y demás útiles escolares con mi nombre escrito en ellos. Como yo no sabía leer ni escribir, mi madre le pidio a una vecina, apenas unos cuantos años mayor que yo, que comprara los cuadernos y que les pusiera mi nombre en ellos. Ni tarda ni perezosa, y por una módica cantidad, mi joven vecina consiguio los cuadernos y luego se aplicó a escribir con letra de molde, y con la mayor claridad posible, mi nombre.

Una vez que hubo terminado, deje de ser un perfecto desconocido que acudia a clases,

Al día siguiente, la maestra Rosalía pidio que le llevaramos los cuadernos para anotar nuestros nombres. Algunos de mis compañeros llegaron solo con el cuaderno, y ella, de manera atenta y dulce, preguntaba a cada uno su nombre, lo escribia en el cuaderno y luego lo anotaba en una libreta.

Cuando ya todos habiamos pasado, se levanto de su escritorio y preguntó, con voz que todos pudieramos oir, si alguien faltaba de anotar, a lo que nadie respondio. No habiendo más nombres que registrar en su libreta, nos aviso que pasaria lista y que cada uno, al escuchar su nombre, levantara la mano.

Estuve atento a que voceara mi nombre pero conforme estos corrian y no me mencionaban me iba llenando de frustración al percibir que aún no aparecia en la lista. En algun momento me  pareció escuchar mi nombre, pero por los apellidos supe que no era yo. Por más que lo voceo, y lo hizo tres veces, el niño no aparecio y contrariada lo anoto en su libreta. Yo por mi parte seguía alimentando mi angustia y frustración pues seguía sin ser nombrado.

Por alguna razón, la maestra Rosalía pensaba que se le habia escapado un niño y se preocupo por terminar tan pronto como fuera posible con la lista. Una vez que mencionó al último niño registrado en su libreta, preguntó si había alguien que no estuviera anotado en ella. Yo levante la mano, y al instante me pidio que fuera con mis cuadernos. Cuando se los mostre parecio iritarse un poco, quizas pensando que era una broma de mal gusto, que yo padecía algún tipo de retraso mental o que de plano le había tocado tener en su clase a Pepito, el de los cuentos.

Me pregunto con voz menos dulce que de costumbre por que no habia respondido si mi nombre estaba anotado en la lista y ella lo habia voceado tres veces. Yo le dije que mi nombre jamas lo había escuchado.

Tomo los cuadernos y leyendo el nombre en voz alta me dijo: "¡Tu no eres Víctor Manuel Barraza Galván?".

-"No"

-"No son tuyos estos cuadernos"

-"Si"

-"Entonces, ¿No eres eres Víctor Manuel Barraza Galván?"

-"No"

-"¿Cómo te llamas?"

-"Mi nombre es Víctor Manuel Torres Aguirre".

Dicho eso, anotó de nuevo el nombre y me dijo que se debía poner el nombre correcto en mis cuadernos.

Al salir de la escuela encontre en casa a mi madre y a la vecina y les conte lo sucedido. Mi madre le arrojo una mirada intensa a la joven vecina y le pregunto por qué había puesto esos apellidos. Incomoda por la pregunta, solo acerto a decir que sabía que mi abuelos eran de apellido Barraza  y Galván.

Mi madre tomo los cuadernos de mis manos y se los tendió a la vecina para que corrigiera el nombre, pero con tan malos modos, que la vecina solo alcanzo a emitir una debil protesta y argumentar que tenia cosas importantes que hacer en su casa, pero ninguna excusa le valió y tuvo que sentarse a corregir el nombre.

Para mí fue tan raro, tonto y divertido que la vecina se equvocara de nombre. En mi inocencia no alcance a comprender  la razón de esto.

A partir de ahí, y por mucho tiempo, ya no se habló de los Barraza y los Galván.